jueves, 14 de julio de 2016

Lo reconozco: me hago mayor y no me importa

Lo reconozco: me hago mayor y no me importa. Este curioso fenómeno se viene produciendo desde hace un par de años y, francamente, no me preocupa en absoluto, aunque lo observo con una mezcla de curiosidad y escepticismo por lo extraño, ajeno y predecible que está resultando.
Seguro que a todos os suenan las frases típicas de nuestros padres: "ya me lo dirás cuando llegues a mi edad", "más sabe el diablo por viejo que por diablo", "cada vez me parezco más a mi madre/padre"... valeee, pues es verdad; a medida que envejecemos nos vamos pareciendo y hacemos cosas que hacían ellos y que nos ponían de los nervios, por ejemplo (a ver si os identificáis con alguna):
-Cambiarles el nombre a los actores o identificarlos por aquella película que hicieron en el año 92 y por la cual les nominaron a un Óscar, con una banda sonora preciosa y una fotografía del sueco Ingar Larsson: "mira, ese es...estooo, ¿cómo se llama el chico éste, muy guapo, casado con la actriz que salió también en aquella película....la de la escena esa del atardecer sobre el mar...?, ¡¡que sí hombre, que al final muereeee!!....".
- Mover la cabeza como un búho en una rama para poder leer los mensajes del móvil (nuestra generación todavía lee y sabe lo que son los SMS) o para tratar de distinguir entre una moneda de 1 ct de la de 2 ct...
- Esa vez cuando te agachas para recoger algo del suelo y al levantarte lo haces como si fueras un costalero en servicios mínimos, con mucho dolor y grandes "¡uffff!", "¡ay!", "¡ooouch!"... Sí, señoras y señores, la decadencia física nos espera a la vuelta de la esquina y no podemos hacer nada para evitarlo (salvo echarle cuento para que el primero que vaya a la cocina te traiga un bocata de lomo con queso, "calentito,si?...¡¡y una coca cola, con hielo, en vaso grande!!).
- Indignarte ante la falta de educación de muchos adolescentes y niños por no dejarte pasar por la puerta y colarse entre el resquicio que hay entre tu carro y la puerta giratoria del Ikea (si pudiera saboteaba el mecanismo de la puerta para que les pillara algo ... lo que sea ... al menos un brazo si no puede ser otra parte del cuerpo no tan útil, como por ejemplo qué se yo ... la  cabeza).
- No reconocer al grupo, al cantante o lo que sea que se supone que es musica de la cacofonía que proviene del adolescente de turno (escondido debajo de unos auriculares casi tan grandes como su cabeza) y que por desgracia comparte con todos los pasajeros del vagón de metro...durante toda la línea del metronorte y que se acaba haciendo tan larga como escalarse el Everest en ropa interior con Justin Biever haciéndote los coros.
Si os habéis identificado con una o ninguna de estas situaciones: ¡enhorabuena!: no tienes que preocuparte;  todavía te quedan algunos años de margen hasta que se te pueda considerar oficialmente "en la edad madura". Si por el contrario has acertado más de una... lo siento mucho, ya eres oficialmente una antigualla (claro que peores cosas les pasan a las personas como por ejemplo quedarse calvo, tener hemorroides o el síndrome del cólon espástico...).
Estás mayor, desactualizado, tu versión de software está caducada, no te has bajado la última versión y por eso se te cuela tanto virus y malware (podría decirte que hay varias soluciones, pero creo que es mejor que seas creativo y te busques la vida); mientras tanto puedes disfrutar de las innumerables ventajas de llegar a una edad más adulta, reflexiva y estimulante. En mi caso concreto acabo de entrar en la Edad de Me Importa una Mierda y esto me ha conducido a:

-Descubrir cosas nuevas todos los días sin la presión de ser tomada por una ingenua (en el mejor de los casos) o si estará bien visto por los demás que demuestre mi ignorancia en público (porque me importa un mojón lo que pienses y además no pido tu opinión así que por favor, cierra ese buzón de correos que tienes por boca).

-El sexo, a los cuarenta, es estupendo; la autoestima en la cama es genial; espero disfrutar tanto o más que mi pareja y si no lo tengo le monto una buena. También me importan tres mierdas si no le gusto a un tío por la calle, es más, tengo el arrojo de salir con mis amigas de juerga sin esperar las atenciones de ningún baboso, ni desearlo, ni quererlo, ni buscarlo y si se acerca algún capullo, poder decírselo y mandarlo a la mierda porque no necesito la aprobación de nadie.

-Decir lo que pienso, sin filtro, sin caer en el odioso "buenismo", ser políticamente incorrecta y sentirme orgullosa por ello. Lo que más gustirrinín me da es opinar sobre un tema que podría ser tabú porque sí, porque puedo y quiero y si no te gusta me importa otra mierda (por ejemplo últimamente me ha dado por el tema de la educación pública, la polémica de respecto a los deberes y la estupidez innata en ciertos profesionales de la educación ....en sus manos dejamos a nuestros hijos, ojo.)

-No hablar de política: es apestosa y aburrida y, como tampoco la quiero entender en su más erudita y sesuda vertiente, la ignoro y que otros hagan con ella lo que quieran (lo cual no hace que no tenga mi propia opinión política, pero sólo la paseo en elecciones, como los políticos).

-Atreverme a discutir con un hombre sobre tráfico y la forma de conducir de las mujeres vs hombres. Por desgracia, el parque móvil se renueva más deprisa que muchos pedazos de h..... ........ ....... c......, que, entre lo que han olvidado desde que salieron de la autoescuela y el chute de testosterona, acaban convirtiendo la conducción en una actividad de riesgo. Y lo hago porque tengo una opinión basada en mi experiencia al volante; no voy de copiloto de mi padre, ni de mi hermano y conduzco tan bien o mejor que muchos hombres.

Así que, en mi caso, actualizarme con las últimas versiones (aunque eso me suponga quedarme con un poco menos de memoria RAM,) me compensa mucho.

domingo, 12 de junio de 2016

Llega el Apocalipsis: de cómo la sociedad te apabulla al pasar de los treinta y otras reflexiones.

Desde hace unos años me encuentro con cierta frecuencia con publicaciones, de treintañeras para treintañeras y más, reflexionando sobre la presión social hacia las mujeres que superamos ese umbral de edad tan peligroso que es el de la juventud hacia la edad "madura"; vamos a hablar clarito: de "tía joven, con posibles a la que arrimar cebolleta (física y laboralmente hablando)" a "gallina vieja de la que huir porque ya está muy toreada (en plazas físicas y laborables)". ¿Qué?, no me iréis a decir que es mentira. Lo pongo de forma descarnada y con mucho sarcasmo pero lo cierto es que es así.
Las mujeres a partir de los 35 cruzamos la frontera del mundo rosa, perfumado y civilizado (ese en el que encuentras trabajo, novio y plaza de aparcamiento en en pleno centro un sábado por la noche con sólo bajar al súper) para entrar en territorio hostil y pasar de ser Xena, la princesa guerrera, a la alcaldesa de Mordor después de una junta municipal (cuando ya ni te retienen las puertas del ascensor, te llaman "señora" en tono despectivo o sales con unas amigas a las 23:00 y vuelves a casa a las 00:30, sin haber encontrado aparcamiento). Muy triste, cierto.
Somos una cultura despreciable, juzgamos el libro por las tapas sin importarnos lo que pueda contener. Tampoco me voy a extender en el porqué de los que más de dos mil años de machismo recalcitrante incrustados en nuestro ADN y del daño que nos está haciendo,  que no es el caso, pero quiero reflexionar sobre el por qué nos afecta tanto, si parece que lo tenemos tan claro.
Como ya he dicho antes, lo tenemos incrustado en nuestro ADN. Empezamos a quitarnos basurilla de los cromosomas ahora, pero nos llevará muchos años poder sentirnos libres.
¿Realmente importa que en una reunión familiar seas la única soltera, sin hijos o divorciada?, ¿tan malo es que no te gusten los niños, la comida macrobiótica, los hombres sin depilar, dormir tan a gusto sola en tu cama?. Es terrible. Horroroso. Un panorama dantesco.
Me quiero quejar de que tengamos que estar siempre guapas, maquilladas, depiladas, sin defectos adiposos ni michelínicos; de que cobremos hasta un 18'8% menos que un hombre por hacer el mismo trabajo (que somos el sexto país de Europa en desigualdad laboral), de la imposibilidad de conciliar vida familiar y laboral, de tener que pagar una puta tasa rosa....¡coño, que ya está bien!.
Me aburre y desespera hasta la náusea que estés trabajando y te miren al escote y no a la cara cuando hablas con algunos hombres y que, cuando camines, sepas que te van a mirar el culo; salir de parranda por la noche y tener miedo de volver sin que te acompañe alguien por lo que te pueda pasar en tu propio barrio, en el metro, en la parada del autobús;  que te llamen "bonita", "guapa" o demás lindezas... señores: eso no son piropos, no los he pedido, no los quiero y además tú opinión me importa tres mierdas así de grandes (poned la catedral de Burgos, el Bernabéu o la plaza de las Ventas, me da igual).
Creo que como mujeres deberíamos ir diciendo basta a muchas de estas actitudes, de desconocidos y de familiares, que parecen tener la puñetera costumbre de inmiscuirse en nuestra vida como si estuvieran en su derecho. Empecemos a callar voces estridentes de nuestro entorno que ahogan nuestra propia voz interior; vamos a comportarnos como adultas y a impedir que otros nos traten como niñas pequeñas sin criterio. Y, señoras, no somos enemigas. No competimos por el mismo macho Alfa; al macho Alfa que le den, ya encontrará otra, pero vamos a dejar de atacarnos las unas a las otras. Por suerte o por desgracia estamos en el mismo saco, así que si tienes más dinero que yo, haz el favor de no ningunearme ni de tratarme como si fuera la escobilla del váter, porque el día de mañana, cuando llegues a mi edad (si no estás ya en ella) no te gustará que te hagan sentir como un mueble de Ikea o como una "border line".

Un poquito de por favor....

jueves, 26 de noviembre de 2015

La verdadera clase no tiene nada que ver con cómo vistes, es algo que se lleva en el alma


(Imagen de Google)


Madre mía, voy a tener que dejar de leer esos libelos asquerosos y repugnantes que son los suplementos dominicales, pero especialmente los que sacan con motivo de las Navidades. Vaya sarta de gilipolleces, una detrás de otra, con el simple propósito de que compremos mucho, consumamos más todavía y de paso, nos sintamos mal.
Qué hartura de mujeres delicadas, etéreas, envueltas en colorinchis con el maquillaje y la ropa. Mujeres que no se pueden alejar más de la realidad, con sus gestos de hastío, de cabreo, de estreñimiento, pero que a mi me dan ganas de embucharlas un cocido madrileño hasta que revienten. El caso de los hombres da más gustirrinín a la vista porque suelen estar bastante sanotes, fibrados cuando no musculosos...y da una alegría a la vista que no se puede comparar. No voy a entrar en la eterna polémica de porqué los hombres parecen ejemplares sanos y bien proporcionados de homo sapiens en edad reproductora y ellas la mismísima imagen rediviva de la protagonista del retrato de Klimt  (Adele Bloch Bauer) tema central en una reciente película con Helen Mirren. En fin, a mi, personalmente, me repele mucho. Y me rebelo. No sólo por la pervivencia de la tiranía de este tipo de  estereotipos machistas, caducos y recalcitrantes, sino por el concepto en sí, la idea que quieren transmitir con todas esas páginas de papel cuché llenitas hasta los topes de cosas; el mensaje no podría ser más claro, lo que pasa es que somos unos imbéciles redomados y nos tragamos cualquier cosa. Señores, por favor, un poco más de criterio. En algún momento nos daremos cuenta de que todas esas cosas que nos venden las revistas: joyas que no podremos comprar salvo que vendamos tres riñones (uno se lo podemos quitar al abuelo, que ya casi no lo usa) coches de gama estratosférica para súper triunfadores que nos arruinarían sólo con poner el agua de los limpia, viajes a paraísos para privilegiados laborales (si eres mileurista no llegas ni al metro del aeropuerto) y demás artículos de lujo lujoso (ya sabéis, un café que sale por el culo de un bicho, una especie de nutria pequeña o tal vez una rata gigante, perfumes hechos con el quinto elemento del universo conocido y demás chorradas hiper-pijas-pero-mega-inútiles) que realmente no necesitamos. Y me pregunto: tal y como están las cosas a día de hoy, en España, en el mundo, la crisis económica, el cambio climático, la corrupción, el terrorismo, el precio del papel higiénico... ¿es realmente necesario exponer de una forma tan gratuita y descarnada la diferencia existente entre la "clase alta" y la clase media, perdón, la clase trabajadora....no, tampoco que de eso no hay mucho....la otra clase?. Es que se regodean en el lujo, en la exclusividad, en los detalles artesanales y primorosamente cuidados que sólo una persona experta y amante del lujo podría apreciar... obviamente los demás somos unas víctimas del sistema público educativo y de las becas y no seríamos capaces de distinguir un polo Lacoste de uno Ralph Laurent...si es que nos estamos echando a perder. Bueno, todo esto viene a colación de un artículo que leí en cierto especial Ideas-para-regalar-por-navidad-con-mucho-estilo-y-mucha-pasta, con una ilustre invitada, ex mujer del hijo de una difunta Grande de España, muy mexicana y muy rica ella, con unas ocurrencias tan graciosas como la frase que da título a este post (" La verdadera clase no tiene nada que ver con la forma como vistes, es algo que se lleva en el alma y eso es lo que trato de enseñar a mis hijos")... Pues buena suerte, bonita. Si de mi dependiera la echaba de España a patadas...ella solita se define, pero lo increíble es que refleja la estupidez y la gazmoñería a la que hemos llegado en este país, donde se encumbra y se sostiene a toda clase de personajes que, sin llegar a haber participado en Gran Hermano, podrían haber sido producto suyo. Otra revista tonta de estas ahonda más en la herida, con un reportaje en el que vari@s descendientes de estos grandes e ilustres nobles que ha parido España, nos van a regalar sus "mejores ideas y trucos para decorar con estilo tu casa en estas fiestas tan entrañables"... En serio, ya, venga, ya vale por favor... que me da vergüenza que con la que está cayendo y con la certeza de que este invierno (a estos editores de revistas les recuerdo que las Navidades se comprenden dentro de éste muy frío período estacional) mucha, pero que mucha gente, va a dormir en la calle, no tendrá nada que comer, ni cenar, ni regalos que poner debajo de un árbol, ni mantas bajo las que cobijarse del frío ni nada, así que me parece insultante que se dediquen a darnos lecciones de estilo, cuando lo que esta gentuza necesita es recibir clases de humanidad.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Trabajo en Pijolandia


                                                        (Imagen de Google)

Un aciago día 3 de Diciembre comencé mi andadura profesional como recepcionista-administrativa/ personal-administrativo-multitarea-a-la-vez-que-completamente-invisible-y-prescindible, en el maravilloso parque temático que es Pijolandia (por razones obvias no puedo nombrar el súper exclusivo club deportivo situado en una prestigiosa zona, a las afueras de Madrid). Para ser sinceros, después de unos cuantos años de andadura profesional cara al público y en atención al cliente, estoy hasta el mismísimo gorro. Hasta el mismísimo gorro de que me traten como un mueble de Ikea, de que no me devuelvan el saludo, de que me traten como si fuera gilipollas (o extranjera, que por lo que se ve,  para ciertas personas debe de ser lo mismo, hablándome despacio y mirándome fijamente a los ojos. -" Sí señor, no Señor..."-, -"¿me entiende usted, señorita?"-,  -"perfectísimamente caballero, figúrese usted que soy española y todo"-...no te digo, el tío pedorro). Pues ese viene a ser mi día a día.
Sucede que, en Pijolandia, hay un amplísimo índice de personas mayores (me refiero a un 98% de los socios) y cuando digo mayores estoy hablando de octogenarios, los nonagenarios muchos es que no pueden ni caminar, los pobrecito. Como en todas partes, por supuesto, hay gente encantadora. Te sonríen y te tratan como a una persona, te miran y te están viendo. Te preguntan cómo estás, verdaderamente interesados por ti, tu vida, tus intereses, tu familia. Qué triste me parece, qué miserable mundo éste que desprecia y minusvalora a las personas por no compartir su estatus social, económico o simplemente por no pensar igual. Pijolandia está llenita de hijosdeputa a más no poder.
A veces me pregunto si no me estaré volviendo un poco como ellos...y cuando tengo un pensamiento como éste suele venir algún hijo de puta de éstos, que por aquí tanto abundan, y me lo quita de golpe.

Algunos te da la sensación de que se van a caer podridos a trozos, de hecho hay uno (al que yo he apodado "cariñosamente" Sr. Burns) que es el cacho de carne con ojos más asqueroso con el que me he podido cruzar últimamente. Me da asco, simple y llanamente. Me resulta repulsiva su sonrisa falsa, sus dientes postizos, sus modales impertinentes, su repugnante aliento hediondo (como siga así me va a salir un personaje digno de una novela de Stephen King) y un largo etcétera de defectos que no merecen más palabras en este blog. La cuestión es que hay gente que se maneja así por la vida, haciéndose valer, como un señor feudal. Personas que te critican y te cuestionan porque no los saludas o no como ellos creen que debes hacerlo y se permiten el lujo de corregirte: -"hasta luego no, que no voy a volver hasta mañana"-, -"será buenas tardes, que yo he comido"-...--"por supueeeesto Sr. Cabr.....estoooo caballero"- (sonrisa falsa y dientes, dientes)...

jueves, 16 de enero de 2014

Guía para Padres Desesperados: los hijos son para las madres, los hombres son de Marte y las mujeres de Venus


                   
                                                               (Imagen de Google)

Qué sorprendente éste hecho, el de que los padres escurren el bulto. La verdad es que casi ninguna madre lo sospecharía del padre de sus hijos, a pesar de que éste les haya prometido ser el más dedicado de todos los padres en este mundo mundial y desde la época de Noé.
Esto me recuerda una anécdota que viví hace ya unos cuantos años... Por aquellos tiempos ni sospechaba que acabaría siendo madre, es más, estoy convencida de que si me hubieran acercado un bebé o un joven retoño de persona de hasta 18 años me hubiera causado tal espanto que Australia se me hubiera quedado pequeña y cercana; como iba diciendo, en cierta ocasión, paseaba por un centro comercial y pude observar cómo un padre daba de beber de una botella a sus dos hijos pequeños, de entre 4 y 7 años aproximadamente. Primero abrió la botella y bebió de ella para después ofrecérsela a sus niños. Pensaréis que tampoco es para tanto, pero una madre jamás bebería primero, ella les daría todo el contenido a sus hijos y si después no pudiera beber se aguantaría las ganas; es esa diferencia en la actitud la que hace de las madres las criaturitas más dedicadas, abnegadas y decididas que hay en este mundo y si no me creéis decidme quién más, a parte de una de estas maravillas de la naturaleza, sería capaz de ir a pagar al supermercado y sacarse del bolso y delante de todo el mundo (para tu desgracia ese día el súper está petado): un caramelo (me vale una gominola, chupa chups, chicle o cualquier otra chuche) churrepeteado y guardado como un tesoro otra vez en su envoltorio, el peluche favorito de tu hijo, una compresa, unas ceras de colores, un biberón de agua y el chupete de repuesto; por supuesto el monedero siempre se esconde abajo del todo, entre otro montón de cosas más que finalmente acabas sacando por el sistema del volquete.
También es esa persona increíble que es capaz de sacar una mancha (de lo que sea siempre que cumpla con estos tres requisitos: tiene que ser inoportuna, misteriosa y llamativa) con las toallitas húmedas para bebés... Nunca, nunca he visto yo semejante maravilla de la ciencia (qué le pondrán para que lo limpie todo y tan bien, limpian desde las manchas de barro de la ropa y los zapatos del uniforme, el salpicadero de un coche, las de papilla o los cristales de las gafas. ¡¡¡¡Un premio para ese inventor desconocido!!!!.).
Como os iba diciendo, una de esas costumbres raras que tiene el padre de mi hijo, es la de cogerlo en brazos cuando éste berrea como un niño poseído por Satanás y luego tratar de razonar con él como si estuviera hablando con un adulto.... Pobre ingenuo, que no se ha enterado todavía (casi 18 meses más tarde) que un bebé es la cosa más anárquica que hay sobre este mundo.Cuando, después de un infruc- tuoso rato de intentos desesperados por hacerlo callar (según cómo tenga la neurona ese día el padre así durará el momento rabieta/berreo) se de por vencido, hará lo que suelen hacer muchos padres (aquí salvo a algunos pocos, que seguro que haberlos hailos pero lo suyo sería saber dónde y por qué se esconden) y ésto es:
A) Lo acunará en brazos y le cantará hasta que se calme.
B) Pondrá los dibujos de la tele o cualquier cosas con música y animales de colores para que se hipnotice y se calle.

C) Se lo entregará al primer adulto responsable en un radio cercano (en torno a los 10 km y preferentemente con pechos).
D) No sabe/no contesta.
Sí, queridas madres, eso mismo, habéis acertado la respuesta: se lo pasará a mamá para que lo aguante ella.
Para l@s que no hayáis acertado la respuesta...qué verdes estáis aún... Sois primerizos ¿no?.
Se trata de la respuesta elusiva típica del macho Alfa que no sabe qué hacer con su cría pero que, no falto de recursos para otras muchas situaciones, prefiere soltarle el marrón al otro 50% que para eso participó en el "asunto".
Quizás no tod@s os hayáis identificado con ésta y otras situaciones, de lo cual me alegro porque siempre he querido sentirme única y especial, y no me queda por menos que envidiaros .... malsanamente claro está, pero si os habéis identificado con lo descrito... lo siento mucho, de verdad que sí.
Por ésta y por otras muchas razones más las madres se han ganado un puesto en el Cielo (me han dicho que hay hamacas en la playa y cócteles con sombrillita)....

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Prefacio a la Guía para Padres Desesperados.

       
                                                               (Imagen de Google)

No hago más que mirar las fotos de mi hijo y me invade un sentimiento de ternura que aún hoy en día (siete meses después de haberlo empujado a este mundo) me sigue sorprendiendo. He tratado de explicarle a mis amigos de forma objetiva en qué consiste este sentimiento o emoción y no soy capaz de encontrar una frase o un ejemplo adecuado.  Sí que puedo decir que hay una gran cantidad de literatura al respecto, muchísima , abundantísima, abrumadora...   Habitualmente en estos medios el lenguaje, el contenido y la tendencia de los artículos, la publicidad y hasta los consultorios psicológicos (para padres, claro) suelen destilar ñoñería, dulzura, angelitos de azúcar y nubes algodonosas y pastelosas. Quiero decir que normalmente uno como padre recurre a estas publicaciones para resolver dudas o para empatizar, para comprobar que no es el único que está haciendo el idiota al meter a su hijo en la cama con siete meses, o bien si ha decidido darle leche de fórmula o si prefiere esperar un poco más para quitarle el pañal y entonces te encuentras con que llaman a las cacas "deposiciones" o "popó", que las madres que dan el pecho son unas "heroínas" por contraposición a las que eligen no dárselo y que has escogido esta nueva realidad así que jódete con lo que tienes; eso sí, todo dicho de muy buenas maneras, ya sabéis, ositos amorosos, nubecitas de algodón y bla, bla... Qué queréis que os diga... pues que no me ayudan mucho y me repatea que todo sea tan limpio y tan bonito. Desde que he empezado a utilizar las revistas para forrar el arenero del gato encuentro que ahora sí que sirven realmente para algo.

Volviendo al tema de la estupefacción por la maternidad, debo reconocer que en mi caso me resulta especialmente llamativo porque me he pasado la mayor parte de mi vida de adulta renegando y porfiando de los niños, los bebés y los hijos, de los desconocidos en general o de los de los vecinos en particular. Y claro, el comentario: "nunca digas de esta agua no beberé"... me ha estado acompañando como una letanía insufrible que ganas me han dado de estrangular a los que me recordaban lo equivocada que estaba. Pues no señores, no estaba equivocada, sigo pensando lo mismo de los hijos de los demás, me siguen pareciendo pequeños kamikaces rellenos de mocos y mala leche. 

Lógicamente soy más tolerante con esos pequeños monstruos porque entiendo que mi hijo un día podría llegar a ser eso mismo: un pequeño kamikace, pero pondré todo mi empeño en que si tiene que correr o revolcarse por el suelo o llevar los mocos colgando, lo haga en un patio, un jardín, la calle o cualquier otro espacio abierto (y no tenerlo corriendo en un restaurante mientras los padres disfrutan de una agradable comida, o tratando de reventar el récord de velocidad indoor de Usaín Bolt, concretamente en la modalidad de pasillo libre, a las tres de la mañana, con acompañamiento coral e instrumental de un karaoke o de una pelota...)claro que sí, lo entiendo y además como soy madre soy "más comprensiva"... así que puedo prometer y prometo, que si vuelvo a tropezarme con una bala perdida como esa y a sus encantadores padres, rascándose los huevos y permitiendo que seamos los demás los que carguemos con sus frustadas, agotadas y miserables vidas, no iré a retorcerle el cuello al pequeñín, no, qué va, todo lo contrario: iré a los padres y me cagaré en todos sus ancestros, les pondré mierda de pañal a la puerta de su casa, para que la pisen nada más salir y recuerden que la vida puede ser una mierda y que los demás también podemos joderles la vida... que algún hijo de vecino puede cagar ventana arriba, llorar de madrugada y acaparar el ascensor para que les toque subirse los tres pisos a pie y cargando con la compra...

Seguramente al leer esto pensaréis que: a) estoy descargando parte de mi agotada y miserable vida en este post; b) estoy achicharrada por la agradable convivencia vecinal; c) soy una hija de puta rencorosa... Para los que os hayáis decantado por alguna de las tres opciones, deciros que las tres son correctas: soy una rencorosa, agotada y churruscada madre primeriza que hace lo que puede por no devolver a la tienda a mi hijito, mi pequeñín, mi mocosete, mi tesorete y la luz de mi vida. Y como está mal visto renegar de tus propios hijos y contar la parte  chunga de ser padres, ya que en ninguna parte se habla en términos claros de este estado de shock post traumático y parece haberse convertido en un tabú o cuanto menos en un tema incómodo, me veo en la necesidad de hacerlo por mi cuenta, por si sirve de algo, que por lo menos la terapia barata me sale....

lunes, 18 de marzo de 2013

Vuelta al principio (Aquellas maravillosas hormonas) (parte 3ª)




                                                                 ( Imagen de Google)

Yo no sé qué cóctel explosivo de hormonas nos sueltan por el torrente sanguíneo a las embarazadas que nos hace estar y ser así de raras, emotivas, sensibles, dormilonas, hambrientas, irritables y ñoñas. Para mi ha sido como tener el estado emocional del síndrome pre menstrual magnificado hasta cien  (seguro que mi chico dice que por lo menos hasta mil .... una miajilla exagerados sí que pueden llegar a ser). En fin, que sí, que toca asumir que se te pone todo patas arriba.  Os voy a dar una serie de datos curiosos por si no os lo habíais preguntado alguna vez pero siempre quisisteis saber:

-En el momento de la concepción el hombre libera en la mujer 500 millones de espermatozoides... pero sólo llegará uno, el más rápido y fuerte (por eso de mejorar la especie, asegurarse la calidad genética de los individuos y.... me vais a dejar que haga un chiste muy malo y muy viejo, porque probablemente éstos se niegan a preguntar la dirección y se pierden por el camino... jejeje y qué eficiencia la del óvulo ¿eh?, el solito, sin ayuda de ningún otro...). Lo cierto es que las últimas investigaciones parecen afirmar que el espermatozoide tiene olfato y es capaz de oler al óvulo, pero sigue existiendo mucha controversia al respecto.
-Un hecho que sí se conoce es que la cafeína estimula a los espermatozoides, haciendo que éstos sean más veloces y tengan más movilidad.
-El espermatozoide tarda 10 horas en encontrarse con el óvulo y después de un día ya comienza a haber cambios en él. A la semana el óvulo se instala en el útero.
-El primer órgano que se crea es el cerebro y después el corazón.
- Tanto el padre como la madre aportan exactamente la misma carga genética. Es curioso cómo funcionamos, pero al parecer sólo nos distinguimos del mono en el 50% de nuestra carga genética; un cuarto de nuestros genes es igual que el de los perros y tan sólo un tercio de un narciso...fascinante, ¿no?.
- Antes se creía que el color de los ojos venía determinado por un sólo gen, aunque ahora han descubierto que son varios los genes que intervienen en la selección definitiva y no basta con observar a los padres.

Después de este momento Redes para la Ciencia de Punset os preguntaréis qué estoy intentando decir. Sucede que últimamente me estoy topando con un montón de programas de la tele, documentales y comentarios de gente y situaciones que me recuerdan constantemente (como si fuera fácil olvidar que llevas una sandía de 5 kg permanentemente encima que te estruja amorosa y cordialmente como una boa constrictor todos aquellos órganos que comprenden desde el estómago hasta la vejiga). Concretamente hay una cadena de televisión que se debe haber propuesto fomentar la natalidad entre las españolas al programar una serie sobre una comadrona durante la Segunda Guerra Mundial en el Reino Unido y sus vivencias. Estos episodios suelen ir arropados por documentales sobre embarazos, madres gestantes en su día a día,  las maravillas de la lactancia y partos o bien con programas sobre cómo una asesora súper estupenda te pone divina con unos cuantos trucos de belleza, llevándote de compras por las tiendas más pijas y chachis y con una serie de consejos para los futuros padres primerizos... Lo que hay que ver... idiotizadas frente a la tele tragando telebasura ... a ver si nos va a salir el niño adicto a Gran Hermano o Jersey Shore por culpa de ésto... En fin, a lo que iba, en uno de éstos documentales, la presentadora (también embarazada y británica) entrevista a siete mujeres en su mismo estado pero cada una de una edad distinta, desde la adolescencia hasta la cuarentena. Hubo partos en bañeras, en hospital, con analgesia, sin nada de nada, y cesáreas.... No sé si se tratan de animarte o desanimarte, la verdad, pero yo cada vez que veo a una mujer sacando un pedazo de niño por entre las piernas o por la tripa en el caso de una cesárea  (madre mía es lo más espeluznante que he visto después de Cuerpos Embarazosos y sus prolapsos de ano) se me abren las carnes. La aterradora idea de sacar de tu cuerpo un ser de aproximadamente 50 cm (¡¡¡50 cm madre mía!!!, que yo cada vez que cojo una regla y miro lo que son de verdad esos 50 puñeteros cm me da un vahído ...) me parece "im-presionante", en dos palabras, así que intento esquivar las escenas de partos. Pues eso, en este reportaje el planteamiento de estas mujeres sobre el embarazo era, en el caso de las adolescentes era de inevitabilidad y en el de las de más edad, a pesar de ser deseados, era una cuestión de deber: -"porque era lo que tocaba y es que la sociedad presiona mucho". Me quedé de piedra pómez, la verdad, porque tener un hijo, ya sea como madre soltera, emparejada, mayor o joven es una gran responsabilidad y con todas las satisfacciones que deben de proporcionar los hijos y el amor y bla, bla, la carga es tremenda; uno no debería planteárselo como "una cuestión más" sino como un escalón más en la vida, un proceso de desarrollo personal deseado, un reto humano y humanístico del tamaño de los trabajos de Hércules (limpiar mocos verdes que tienen vida propia, cacas verdes y de infinitos colores que también parecen tener vida propia, aguantar noches en vela por los gases, los dientes, las pesadillas y gastarte hasta lo que no tienes en cubrir ese divino cuerpecito que Dios y vosotros dos, amantísimos padres, le habéis dado) debe de acabar con la paciencia de cualquiera. Así que cuando alguien me pregunta que qué tal lo llevo, si me creo preparada, qué pienso de cómo lo está encarando mi pareja pues.... qué se yo, lo cierto es que: no tengo ni repajorera idea de si estoy preparada y francamente no creo que nadie que nunca antes haya pasado por ésto lo sabe con certeza; lo llevo lo mejor que puedo, que dadas las circunstancias y teniendo en cuenta que las clases de preparación al parto nunca podrán prepararte del todo para esto y que hay cien millones de comentarios bienintencionados que acaban desanimándote más que otra cosa, lo llevo y respecto a lo que piensa mi pareja: como por suerte no es un idiota descerebrado, más obsesionado con tener sexo que un mandril en pleno celo, incapaz de soltar el mando de la consola, dejar de ver el fútbol, bajarse al bar los fines de semana y hacer otras cosas que supuestamente hacen los hombres en estas circunstancias (las desconozco todas) pues estoy muy contenta la verdad, no lo cambio por ningún otro detergente.