
(Imagen de Google)
Un aciago día 3 de Diciembre comencé mi andadura profesional como recepcionista-administrativa/ personal-administrativo-multitarea-a-la-vez-que-completamente-invisible-y-prescindible, en el maravilloso parque temático que es Pijolandia (por razones obvias no puedo nombrar el súper exclusivo club deportivo situado en una prestigiosa zona, a las afueras de Madrid). Para ser sinceros, después de unos cuantos años de andadura profesional cara al público y en atención al cliente, estoy hasta el mismísimo gorro. Hasta el mismísimo gorro de que me traten como un mueble de Ikea, de que no me devuelvan el saludo, de que me traten como si fuera gilipollas (o extranjera, que por lo que se ve, para ciertas personas debe de ser lo mismo, hablándome despacio y mirándome fijamente a los ojos. -" Sí señor, no Señor..."-, -"¿me entiende usted, señorita?"-, -"perfectísimamente caballero, figúrese usted que soy española y todo"-...no te digo, el tío pedorro). Pues ese viene a ser mi día a día.
Sucede que, en Pijolandia, hay un amplísimo índice de personas mayores (me refiero a un 98% de los socios) y cuando digo mayores estoy hablando de octogenarios, los nonagenarios muchos es que no pueden ni caminar, los pobrecito. Como en todas partes, por supuesto, hay gente encantadora. Te sonríen y te tratan como a una persona, te miran y te están viendo. Te preguntan cómo estás, verdaderamente interesados por ti, tu vida, tus intereses, tu familia. Qué triste me parece, qué miserable mundo éste que desprecia y minusvalora a las personas por no compartir su estatus social, económico o simplemente por no pensar igual. Pijolandia está llenita de hijosdeputa a más no poder.
A veces me pregunto si no me estaré volviendo un poco como ellos...y cuando tengo un pensamiento como éste suele venir algún hijo de puta de éstos, que por aquí tanto abundan, y me lo quita de golpe.
Algunos te da la sensación de que se van a caer podridos a trozos, de hecho hay uno (al que yo he apodado "cariñosamente" Sr. Burns) que es el cacho de carne con ojos más asqueroso con el que me he podido cruzar últimamente. Me da asco, simple y llanamente. Me resulta repulsiva su sonrisa falsa, sus dientes postizos, sus modales impertinentes, su repugnante aliento hediondo (como siga así me va a salir un personaje digno de una novela de Stephen King) y un largo etcétera de defectos que no merecen más palabras en este blog. La cuestión es que hay gente que se maneja así por la vida, haciéndose valer, como un señor feudal. Personas que te critican y te cuestionan porque no los saludas o no como ellos creen que debes hacerlo y se permiten el lujo de corregirte: -"hasta luego no, que no voy a volver hasta mañana"-, -"será buenas tardes, que yo he comido"-...--"por supueeeesto Sr. Cabr.....estoooo caballero"- (sonrisa falsa y dientes, dientes)...
Un aciago día 3 de Diciembre comencé mi andadura profesional como recepcionista-administrativa/ personal-administrativo-multitarea-a-la-vez-que-completamente-invisible-y-prescindible, en el maravilloso parque temático que es Pijolandia (por razones obvias no puedo nombrar el súper exclusivo club deportivo situado en una prestigiosa zona, a las afueras de Madrid). Para ser sinceros, después de unos cuantos años de andadura profesional cara al público y en atención al cliente, estoy hasta el mismísimo gorro. Hasta el mismísimo gorro de que me traten como un mueble de Ikea, de que no me devuelvan el saludo, de que me traten como si fuera gilipollas (o extranjera, que por lo que se ve, para ciertas personas debe de ser lo mismo, hablándome despacio y mirándome fijamente a los ojos. -" Sí señor, no Señor..."-, -"¿me entiende usted, señorita?"-, -"perfectísimamente caballero, figúrese usted que soy española y todo"-...no te digo, el tío pedorro). Pues ese viene a ser mi día a día.
Sucede que, en Pijolandia, hay un amplísimo índice de personas mayores (me refiero a un 98% de los socios) y cuando digo mayores estoy hablando de octogenarios, los nonagenarios muchos es que no pueden ni caminar, los pobrecito. Como en todas partes, por supuesto, hay gente encantadora. Te sonríen y te tratan como a una persona, te miran y te están viendo. Te preguntan cómo estás, verdaderamente interesados por ti, tu vida, tus intereses, tu familia. Qué triste me parece, qué miserable mundo éste que desprecia y minusvalora a las personas por no compartir su estatus social, económico o simplemente por no pensar igual. Pijolandia está llenita de hijosdeputa a más no poder.
A veces me pregunto si no me estaré volviendo un poco como ellos...y cuando tengo un pensamiento como éste suele venir algún hijo de puta de éstos, que por aquí tanto abundan, y me lo quita de golpe.
Algunos te da la sensación de que se van a caer podridos a trozos, de hecho hay uno (al que yo he apodado "cariñosamente" Sr. Burns) que es el cacho de carne con ojos más asqueroso con el que me he podido cruzar últimamente. Me da asco, simple y llanamente. Me resulta repulsiva su sonrisa falsa, sus dientes postizos, sus modales impertinentes, su repugnante aliento hediondo (como siga así me va a salir un personaje digno de una novela de Stephen King) y un largo etcétera de defectos que no merecen más palabras en este blog. La cuestión es que hay gente que se maneja así por la vida, haciéndose valer, como un señor feudal. Personas que te critican y te cuestionan porque no los saludas o no como ellos creen que debes hacerlo y se permiten el lujo de corregirte: -"hasta luego no, que no voy a volver hasta mañana"-, -"será buenas tardes, que yo he comido"-...--"por supueeeesto Sr. Cabr.....estoooo caballero"- (sonrisa falsa y dientes, dientes)...
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