(Imagen de Google)
No hago más que mirar las fotos de mi hijo y me invade un sentimiento de ternura que aún hoy en día (siete meses después de haberlo empujado a este mundo) me sigue sorprendiendo. He tratado de explicarle a mis amigos de forma objetiva en qué consiste este sentimiento o emoción y no soy capaz de encontrar una frase o un ejemplo adecuado. Sí que puedo decir que hay una gran cantidad de literatura al respecto, muchísima , abundantísima, abrumadora... Habitualmente en estos medios el lenguaje, el contenido y la tendencia de los artículos, la publicidad y hasta los consultorios psicológicos (para padres, claro) suelen destilar ñoñería, dulzura, angelitos de azúcar y nubes algodonosas y pastelosas. Quiero decir que normalmente uno como padre recurre a estas publicaciones para resolver dudas o para empatizar, para comprobar que no es el único que está haciendo el idiota al meter a su hijo en la cama con siete meses, o bien si ha decidido darle leche de fórmula o si prefiere esperar un poco más para quitarle el pañal y entonces te encuentras con que llaman a las cacas "deposiciones" o "popó", que las madres que dan el pecho son unas "heroínas" por contraposición a las que eligen no dárselo y que has escogido esta nueva realidad así que jódete con lo que tienes; eso sí, todo dicho de muy buenas maneras, ya sabéis, ositos amorosos, nubecitas de algodón y bla, bla... Qué queréis que os diga... pues que no me ayudan mucho y me repatea que todo sea tan limpio y tan bonito. Desde que he empezado a utilizar las revistas para forrar el arenero del gato encuentro que ahora sí que sirven realmente para algo.
Volviendo al tema de la estupefacción por la maternidad, debo reconocer que en mi caso me resulta especialmente llamativo porque me he pasado la mayor parte de mi vida de adulta renegando y porfiando de los niños, los bebés y los hijos, de los desconocidos en general o de los de los vecinos en particular. Y claro, el comentario: "nunca digas de esta agua no beberé"... me ha estado acompañando como una letanía insufrible que ganas me han dado de estrangular a los que me recordaban lo equivocada que estaba. Pues no señores, no estaba equivocada, sigo pensando lo mismo de los hijos de los demás, me siguen pareciendo pequeños kamikaces rellenos de mocos y mala leche.
Lógicamente soy más tolerante con esos pequeños monstruos porque entiendo que mi hijo un día podría llegar a ser eso mismo: un pequeño kamikace, pero pondré todo mi empeño en que si tiene que correr o revolcarse por el suelo o llevar los mocos colgando, lo haga en un patio, un jardín, la calle o cualquier otro espacio abierto (y no tenerlo corriendo en un restaurante mientras los padres disfrutan de una agradable comida, o tratando de reventar el récord de velocidad indoor de Usaín Bolt, concretamente en la modalidad de pasillo libre, a las tres de la mañana, con acompañamiento coral e instrumental de un karaoke o de una pelota...)claro que sí, lo entiendo y además como soy madre soy "más comprensiva"... así que puedo prometer y prometo, que si vuelvo a tropezarme con una bala perdida como esa y a sus encantadores padres, rascándose los huevos y permitiendo que seamos los demás los que carguemos con sus frustadas, agotadas y miserables vidas, no iré a retorcerle el cuello al pequeñín, no, qué va, todo lo contrario: iré a los padres y me cagaré en todos sus ancestros, les pondré mierda de pañal a la puerta de su casa, para que la pisen nada más salir y recuerden que la vida puede ser una mierda y que los demás también podemos joderles la vida... que algún hijo de vecino puede cagar ventana arriba, llorar de madrugada y acaparar el ascensor para que les toque subirse los tres pisos a pie y cargando con la compra...
Seguramente al leer esto pensaréis que: a) estoy descargando parte de mi agotada y miserable vida en este post; b) estoy achicharrada por la agradable convivencia vecinal; c) soy una hija de puta rencorosa... Para los que os hayáis decantado por alguna de las tres opciones, deciros que las tres son correctas: soy una rencorosa, agotada y churruscada madre primeriza que hace lo que puede por no devolver a la tienda a mi hijito, mi pequeñín, mi mocosete, mi tesorete y la luz de mi vida. Y como está mal visto renegar de tus propios hijos y contar la parte chunga de ser padres, ya que en ninguna parte se habla en términos claros de este estado de shock post traumático y parece haberse convertido en un tabú o cuanto menos en un tema incómodo, me veo en la necesidad de hacerlo por mi cuenta, por si sirve de algo, que por lo menos la terapia barata me sale....
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