jueves, 2 de diciembre de 2010

La cruda realidad (2ª parte)


De mi etapa de parada, a demás de escribir, aprender a hacer sushi, gorronear para ir a las piscinas de mis amigas y auto invitarme a comer, me dediqué a las manualidades: es decir a hacer velas (que si, que me dio por hacer velas a lo hippi-ibicenco, pero sin porro, LSD y trapo blanco enrollado a modo de toga) . Es lo que yo vengo a llamar "Terapia Reconstructiva Sensorial Anti Estrés"; nada de prisas, unas ganas locas de hacer "cosas productivas" con las manos, bloqueando un hemisferio del cerebro y dejando que el otro haga lo que tenga que hacer (a veces, no quitarse el pijama en todo el día, no depilarse una semana al año y ver el programa de Ana Rosa Quintana te hace ver El Otro Lado de la vida). No hay que perder la perspectiva, todos podemos ser lacras de la sociedad, es importante reconciliarse con nuestro parásito interno, abrazarlo y darle cariño, así no te atacará a traición cuando menos te lo esperes. El parasitismo controlado ayuda a forjar el carácter, pero dado que mi parásito ya estaba tan cebado como un pavo en vísperas de Navidad, me decidí a atacar el mercado laboral con el primer tren que se cruzara en mi camino: el tapersex.

Vamos a desmitificar un poco el concepto y no hagamos como mi padre, que cuando le conté a lo que me dedicaba tardó un par de meses en comprender que no se trataba de vender envases de plástico de comida a domicilio, sino de un surtido de productos eróticos a domicilio, que puede ser igual pero no es lo mismo. "Hija, pero qué original eres".... original yo, vamos, qué va, si soy de lo más normalita. Y el caso es que, cuanto más lo pienso, no sé si lo que me sorprendió más fue que tardara dos meses en entender el concepto o bien que se creyera que yo podía dedicarme a vender algo tan aburrido como eso.

Uno de los alicientes que tiene este trabajo es la cantidad de situaciones raras con las que me encuentro cada vez, y eso que ya había coleccionado unas cuantas anécdotas del aeropuerto (algún día a lo mejor me da por contarlas, en un libro o mejor aún, lo haré en fascículos, como los Episodios Nacionales de Galdós). Si estáis pensando si en algún momento me he encontrado con una reunión de solteras a lo película norteamericana de los años ochenta (borrachas, fumadas y a punto de quitarse el sujetador...) estáis en lo cierto, eso ya lo he visto (para cuando cumpla los 80 años no voy a dejar muchas cosas por descubrir).

Desde mi modesto punto de vista de"profesional", las reuniones de este tipo las desaconsejo un poco porque a la larga tu material de trabajo: los consoladores o pollas de juguete (el plástico está obsoleto, recomiendo el látex sin ninguna duda) y los botecitos de cristal con lubricantes y demás acaban destrozados (el vuelo sin cometa y la caída libre no son los usos más aconsejables para estas cosas, tienen la fea costumbre de romperse, descojonarse o quedar inservibles, eso es malo para el negocio). Recomiendo encarecidamente una reunión sólo con amigas o amigas con sus parejas; se suelen gastar un poco más de dinero y son más amenas (el que no te dejen hablar porque no paran de reírse o interrumpirte no suele causar buena impresión, lo lógico es que puedas explicarle para qué coño sirve eso que se está metiendo entre las piernas antes de que te destroce del todo el estuche cargador para pilas). Si ya has conseguido que te escuchen, que no se distraigan con las bolas japonesas (no, no son para tu hijo de dos años, aunque parezca un Gusiluz....y encima qué poco originales, todas dicen lo mismo...) ni con el mal llamado "Atrancaburras" (se dice Alegra-atascos, borrica y quítatelo de ahí que estás a punto de terminar tu sola la reunión) entonces ya puedes considerarte afortunada, porque el tapersex va bien encauzado, por lo menos en cuanto a objetivos más o menos factibles, como acabar la reunión antes de las 4 de la mañana. Luego, claro está, llega el turno de Pregúntale a la Esteban, que es uno de los momento que más suelo detestar, porque suelen ser preguntas del tipo: "¿los preservativos recargables se pueden volver a utilizar?". Llegados a este punto yo ya quiero irme a mi casa lo antes posible, pero aún me queda la parte en la que hurgan un poco en mi vida privada: "¿Tú lo has probado todo?" o la más odiosa de todas, porque la hacen para pillarte: "¿cuál nos recomiendas?". Aquí, como no estés un poco preparada te hundes como el Titánic. Este tipo de pregunta traicionera suele querer decir: "Como se supone que lo has probado todo (además de ser una salida y una viciosa, si no de qué vas a estar tú vendiendo estas cosas casa por casa, sacrificando tus fines de semana) bien que nos podrías explicar qué es lo que más te gusta a ti". En ese momento pienso: "Pedazo de vaca burra, no me extraña que quieras uno de esos, si con la cara de amargadita que tienes ni con una fábrica entera se te quita la mala hostia". Esto pensarlo no es malo, decirlo en voz alta suele ser muy pernicioso para el negocio. Es altamente recomendable morderse la lengua (luego le pinchas las ruedas del coche y ni se dará cuenta, total, como está borracha y fumada...).

También están los comentarios luctuosos del tipo: "¿No te preocupa que al ir a la casa de alguien te puedan...bueno, hacer algo?". Pues mira no, hasta que tú me lo dijiste nunca antes lo hubiera pensado, pero gracias por introducir una idea tan insidiosa en mi mente, ahora lo pienso de cuando en cuando al acudir a alguna reunión, sobre todo las que son leeeejooooos y taaaardeeee. En mi imaginación me veo acudiendo a un chalet en Valdecojones de Arriba, entrando en el salón, iluminado con una única lámpara de flexo del Ikea y una silla de enea, con unas cuerdas de tender la ropa y dos encapuchados esperándome al lado. Qué imagen tan tranquilizadora y bueno, ¡¡¡ni qué decir de si me roban!!!, con todo ese dinero encima....la madre que las parió...

Pues a pesar de todo esto me divierto mucho y me gusta, si será que soy rara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario