jueves, 14 de julio de 2016

Lo reconozco: me hago mayor y no me importa

Lo reconozco: me hago mayor y no me importa. Este curioso fenómeno se viene produciendo desde hace un par de años y, francamente, no me preocupa en absoluto, aunque lo observo con una mezcla de curiosidad y escepticismo por lo extraño, ajeno y predecible que está resultando.
Seguro que a todos os suenan las frases típicas de nuestros padres: "ya me lo dirás cuando llegues a mi edad", "más sabe el diablo por viejo que por diablo", "cada vez me parezco más a mi madre/padre"... valeee, pues es verdad; a medida que envejecemos nos vamos pareciendo y hacemos cosas que hacían ellos y que nos ponían de los nervios, por ejemplo (a ver si os identificáis con alguna):
-Cambiarles el nombre a los actores o identificarlos por aquella película que hicieron en el año 92 y por la cual les nominaron a un Óscar, con una banda sonora preciosa y una fotografía del sueco Ingar Larsson: "mira, ese es...estooo, ¿cómo se llama el chico éste, muy guapo, casado con la actriz que salió también en aquella película....la de la escena esa del atardecer sobre el mar...?, ¡¡que sí hombre, que al final muereeee!!....".
- Mover la cabeza como un búho en una rama para poder leer los mensajes del móvil (nuestra generación todavía lee y sabe lo que son los SMS) o para tratar de distinguir entre una moneda de 1 ct de la de 2 ct...
- Esa vez cuando te agachas para recoger algo del suelo y al levantarte lo haces como si fueras un costalero en servicios mínimos, con mucho dolor y grandes "¡uffff!", "¡ay!", "¡ooouch!"... Sí, señoras y señores, la decadencia física nos espera a la vuelta de la esquina y no podemos hacer nada para evitarlo (salvo echarle cuento para que el primero que vaya a la cocina te traiga un bocata de lomo con queso, "calentito,si?...¡¡y una coca cola, con hielo, en vaso grande!!).
- Indignarte ante la falta de educación de muchos adolescentes y niños por no dejarte pasar por la puerta y colarse entre el resquicio que hay entre tu carro y la puerta giratoria del Ikea (si pudiera saboteaba el mecanismo de la puerta para que les pillara algo ... lo que sea ... al menos un brazo si no puede ser otra parte del cuerpo no tan útil, como por ejemplo qué se yo ... la  cabeza).
- No reconocer al grupo, al cantante o lo que sea que se supone que es musica de la cacofonía que proviene del adolescente de turno (escondido debajo de unos auriculares casi tan grandes como su cabeza) y que por desgracia comparte con todos los pasajeros del vagón de metro...durante toda la línea del metronorte y que se acaba haciendo tan larga como escalarse el Everest en ropa interior con Justin Biever haciéndote los coros.
Si os habéis identificado con una o ninguna de estas situaciones: ¡enhorabuena!: no tienes que preocuparte;  todavía te quedan algunos años de margen hasta que se te pueda considerar oficialmente "en la edad madura". Si por el contrario has acertado más de una... lo siento mucho, ya eres oficialmente una antigualla (claro que peores cosas les pasan a las personas como por ejemplo quedarse calvo, tener hemorroides o el síndrome del cólon espástico...).
Estás mayor, desactualizado, tu versión de software está caducada, no te has bajado la última versión y por eso se te cuela tanto virus y malware (podría decirte que hay varias soluciones, pero creo que es mejor que seas creativo y te busques la vida); mientras tanto puedes disfrutar de las innumerables ventajas de llegar a una edad más adulta, reflexiva y estimulante. En mi caso concreto acabo de entrar en la Edad de Me Importa una Mierda y esto me ha conducido a:

-Descubrir cosas nuevas todos los días sin la presión de ser tomada por una ingenua (en el mejor de los casos) o si estará bien visto por los demás que demuestre mi ignorancia en público (porque me importa un mojón lo que pienses y además no pido tu opinión así que por favor, cierra ese buzón de correos que tienes por boca).

-El sexo, a los cuarenta, es estupendo; la autoestima en la cama es genial; espero disfrutar tanto o más que mi pareja y si no lo tengo le monto una buena. También me importan tres mierdas si no le gusto a un tío por la calle, es más, tengo el arrojo de salir con mis amigas de juerga sin esperar las atenciones de ningún baboso, ni desearlo, ni quererlo, ni buscarlo y si se acerca algún capullo, poder decírselo y mandarlo a la mierda porque no necesito la aprobación de nadie.

-Decir lo que pienso, sin filtro, sin caer en el odioso "buenismo", ser políticamente incorrecta y sentirme orgullosa por ello. Lo que más gustirrinín me da es opinar sobre un tema que podría ser tabú porque sí, porque puedo y quiero y si no te gusta me importa otra mierda (por ejemplo últimamente me ha dado por el tema de la educación pública, la polémica de respecto a los deberes y la estupidez innata en ciertos profesionales de la educación ....en sus manos dejamos a nuestros hijos, ojo.)

-No hablar de política: es apestosa y aburrida y, como tampoco la quiero entender en su más erudita y sesuda vertiente, la ignoro y que otros hagan con ella lo que quieran (lo cual no hace que no tenga mi propia opinión política, pero sólo la paseo en elecciones, como los políticos).

-Atreverme a discutir con un hombre sobre tráfico y la forma de conducir de las mujeres vs hombres. Por desgracia, el parque móvil se renueva más deprisa que muchos pedazos de h..... ........ ....... c......, que, entre lo que han olvidado desde que salieron de la autoescuela y el chute de testosterona, acaban convirtiendo la conducción en una actividad de riesgo. Y lo hago porque tengo una opinión basada en mi experiencia al volante; no voy de copiloto de mi padre, ni de mi hermano y conduzco tan bien o mejor que muchos hombres.

Así que, en mi caso, actualizarme con las últimas versiones (aunque eso me suponga quedarme con un poco menos de memoria RAM,) me compensa mucho.

domingo, 12 de junio de 2016

Llega el Apocalipsis: de cómo la sociedad te apabulla al pasar de los treinta y otras reflexiones.

Desde hace unos años me encuentro con cierta frecuencia con publicaciones, de treintañeras para treintañeras y más, reflexionando sobre la presión social hacia las mujeres que superamos ese umbral de edad tan peligroso que es el de la juventud hacia la edad "madura"; vamos a hablar clarito: de "tía joven, con posibles a la que arrimar cebolleta (física y laboralmente hablando)" a "gallina vieja de la que huir porque ya está muy toreada (en plazas físicas y laborables)". ¿Qué?, no me iréis a decir que es mentira. Lo pongo de forma descarnada y con mucho sarcasmo pero lo cierto es que es así.
Las mujeres a partir de los 35 cruzamos la frontera del mundo rosa, perfumado y civilizado (ese en el que encuentras trabajo, novio y plaza de aparcamiento en en pleno centro un sábado por la noche con sólo bajar al súper) para entrar en territorio hostil y pasar de ser Xena, la princesa guerrera, a la alcaldesa de Mordor después de una junta municipal (cuando ya ni te retienen las puertas del ascensor, te llaman "señora" en tono despectivo o sales con unas amigas a las 23:00 y vuelves a casa a las 00:30, sin haber encontrado aparcamiento). Muy triste, cierto.
Somos una cultura despreciable, juzgamos el libro por las tapas sin importarnos lo que pueda contener. Tampoco me voy a extender en el porqué de los que más de dos mil años de machismo recalcitrante incrustados en nuestro ADN y del daño que nos está haciendo,  que no es el caso, pero quiero reflexionar sobre el por qué nos afecta tanto, si parece que lo tenemos tan claro.
Como ya he dicho antes, lo tenemos incrustado en nuestro ADN. Empezamos a quitarnos basurilla de los cromosomas ahora, pero nos llevará muchos años poder sentirnos libres.
¿Realmente importa que en una reunión familiar seas la única soltera, sin hijos o divorciada?, ¿tan malo es que no te gusten los niños, la comida macrobiótica, los hombres sin depilar, dormir tan a gusto sola en tu cama?. Es terrible. Horroroso. Un panorama dantesco.
Me quiero quejar de que tengamos que estar siempre guapas, maquilladas, depiladas, sin defectos adiposos ni michelínicos; de que cobremos hasta un 18'8% menos que un hombre por hacer el mismo trabajo (que somos el sexto país de Europa en desigualdad laboral), de la imposibilidad de conciliar vida familiar y laboral, de tener que pagar una puta tasa rosa....¡coño, que ya está bien!.
Me aburre y desespera hasta la náusea que estés trabajando y te miren al escote y no a la cara cuando hablas con algunos hombres y que, cuando camines, sepas que te van a mirar el culo; salir de parranda por la noche y tener miedo de volver sin que te acompañe alguien por lo que te pueda pasar en tu propio barrio, en el metro, en la parada del autobús;  que te llamen "bonita", "guapa" o demás lindezas... señores: eso no son piropos, no los he pedido, no los quiero y además tú opinión me importa tres mierdas así de grandes (poned la catedral de Burgos, el Bernabéu o la plaza de las Ventas, me da igual).
Creo que como mujeres deberíamos ir diciendo basta a muchas de estas actitudes, de desconocidos y de familiares, que parecen tener la puñetera costumbre de inmiscuirse en nuestra vida como si estuvieran en su derecho. Empecemos a callar voces estridentes de nuestro entorno que ahogan nuestra propia voz interior; vamos a comportarnos como adultas y a impedir que otros nos traten como niñas pequeñas sin criterio. Y, señoras, no somos enemigas. No competimos por el mismo macho Alfa; al macho Alfa que le den, ya encontrará otra, pero vamos a dejar de atacarnos las unas a las otras. Por suerte o por desgracia estamos en el mismo saco, así que si tienes más dinero que yo, haz el favor de no ningunearme ni de tratarme como si fuera la escobilla del váter, porque el día de mañana, cuando llegues a mi edad (si no estás ya en ella) no te gustará que te hagan sentir como un mueble de Ikea o como una "border line".

Un poquito de por favor....