lunes, 20 de diciembre de 2010

La teoría del palo del gallinero


La Teoría del palo del gallinero debería figurar en los libros de psicología de todo el mundo, en el apartado de Empresa, sección Enfermedades Laborales. Seguro que muchos de vosotros la conocéis pero con otros nombres (a mi se me ocurrió éste, aunque para ser sinceros, no tengo muy claro que sea totalmente de mi invención).

La tésis, elaborada tras una amplia experiencia de currela, en mi caso no por la cuantía de años en el acervo laboral (no confundir con "acerbo", que significa cruel o áspero al gusto, pero le viene muy al pelo) sino por la disparidad laboral (como las neuronas de Zapatero, alejadas entre sí y con poca o ninguna comunicación las unas con las otras). No me voy a tirar el moco el plan científico pero casi diría que, en un 99,9 % de los casos y de los encuestados (si los hubiera) estarían de acuerdo conmigo a este respecto. Imaginemos esto: primer día de trabajo; tus compañeros, tu puesto y tus funciones son nuevas. Aún en el improbable caso de que pudieras demostrar tus conocimientos de excel mejor que muchos de los garrulos de tus compañeros, éstos se inflarán como una esponja alardeando de sus habilidades con el mismo a la hora de hacer plantillas de cuadros con rayitas de colores y cuadraditos (se llaman celdas) con sombreado. Con todo, tendrás a una persona que te explicará otra manera de hacer lo que tú ya sabías de una manera mucho más complicada, más laboriosa y por supuesto más lenta. Os imagináis el por qué de esto: efectivamente, no debes demostrar a Los Jefes (dicho así, bajito y con cursiva, como si pertenecieran a una especie de invasores alienígenas del planeta Cachaflús-y-despedido) que las tareas se pueden hacer mejor y en menos tiempo... ¡¡ a dónde vamos a ir a parar !!, ¿y si descubren que hay una manera de trabajar mejor? ¡¡¡ o peor aún, de ser eficaz !!!, Jesús, María y José, Dios no lo quiera... eso sería ... sería .... ¡¡¡¡ el Apocalipsis !!!.

Si eres de los que dio el resto en sus primeras semanas, ya te imaginarás cómo acaba el cuento: probablemente tus compañeros te ignoraron y te hicieron el vacío por ser quien eras (-"mira, por ahí va el pelota de González"; -"ése es, el auxiliar de administración, mira qué aires se trae....y pretenderá hacer carrera aquí"). Un vacío muy bonito, hasta que un día, en la cafetería, comiéndote tu sandwich de pavo frío, con tu té rooibos para evitar la teína (con los nervios que ya tienes como para chutarte algo más fuerte que una coca cola... te cuelgas del perchero con un "Buenos días") y sintiéndote más solo que Zapatero en la Cumbre del G-7, en ese momento te dice Cruz Serrano, la secretaria del jefe del departamento de márketing: -" Oye Nuria, cuando puedas fotocopiate el dossier de los comerciales para el Sr. Antúnez y de paso haces 20 copias para el Departamento de Márketing"- y ahí te deja eso, a ver cómo sales del paso. Tus compañeros te miran como lo harían las hienas a una pobre cebra agonizante ... esperando ... el momento de tu caída ... para poder devorar la carroña. En ese momento apestas a cadáver laboral, tus días estarán contados en esa empresa que se empeña es estrujarte como a un limón, hasta que no quede nada de ti; de pronto, te quitas una miguita de pan integral de la blusa y con una voz que jurarías no es tuya dices: -"en cuanto termine de encuadernar la propuesta de los comerciales y cambie los rollos de papel higiénico del baño de ejecutivos lo hago"-. Puedes jurar que el aire se ha espesado completamente, no se oye ni el vuelo de una mosca (no importa que sea un edificio inteligente, ni que sea invierno, ni que hayan fumigado dos días antes); Cruz te mira como si te acabaran de brotar tres pares de ojos en la frente; literalmente a-no-na-da-da, estupefacta y casi sin habla (casi) no puede concebir que seas capaz de unirte al bando de los vagos-asalariados-que -trabajan-lo-justo. Te reta con la mirada, tú agachas la cabeza sumisa pero te mantienes en tus trece (y en tus catorce, si cedes en esto puedes darte por perdida, del Reverso Tenebroso de la Fuerza salir nunca se puede y si lo haces ahora... quién sabe, podrías acabar de esclava/asistente del Sr. Antúnez, recolocándole la hernia discal o arreglando las patadas al diccionario que comete en sus múltiples, atroces y nada elocuentes cagaleras mentales en su blog-de-super emprendedor-de-la-leche-qué-tío-más-guay-soy-amigo-de-Bill-Clinton, en resúmen: la rehostia).

A partir de ese día empiezas a notar que la gente te mira de otra manera, hasta ves alguna trémula sonrisa en el ascensor o en el cuarto de baño; alguno se arranca con un: -"¿quieres venir a la cafetería?"-. Ese día ya te puedes considerar casi un miembro de pleno derecho, ahora a por el siguiente objetivo: darte de baja por enfermedad (sin que te despidan).

Y todo esto para explicar la teoría: el último en llegar es el primero en recibir palos, palos y más palos. Si nos imaginamos un gallinero tenemos que ver una gran jaula, con el suelo alfombrado de cacas, un comedero roñoso y un bebedero infestado de bacterias. En los laterales, largos travesaños de madera los cruzan de lado a lado a diferentes alturas. Como la jerarquía es uno de esos inventos del reino animal que tanto dan por culo en cuanto a instinto visceral (avituallamiento para tener la tripita llena, un trocito de jardín para mear que puedas considerar tuyo y por supuesto sexo, cuanto más mejor) muchos individuos mal considerados humanos necesitan sacar de paseo ese instinto suyo que les hace mearse en árbol ajeno, cagarse en tu jardín y comerse tu comida. Para esos individuos de fuerte instinto jerárquico (que en este caso consideraremos gallinas, más que nada para que la metáfora cale hondo en el córtex cerebral) subirse al palo más alto es la prioridad número uno en su escala de valores (eso y picotear las cacas del vecino, será por un tema de falta de nutrientes en su dieta ...). Una vez que han alcanzado este puesto, se dedican a cagarse sobre todo lo que hay debajo, sea gallina o palomo. A su vez, las gallinas del siguiente nivel inferior hacen lo mismo y así sucesivamente. El final de la moraleja es bastante obvio: las gallinas del palo más bajo reciben tooooda la mierda de las de arriba (peste de ley de la gravedad) y así queda demostrada mi Teoría del Palo del Gallinero.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Viva la Navidad


Quizás algun@ no se haya dado cuenta todavía (ciertas personas no destacan precisamente por su perspicacia) pero la Navidad está encima. ¿Habéis comprado todo ya?, imagino que much@s (entre l@s que me incluyo) lo dejarán todo para el último día. Esto está arraigado fuertemente en la más rancia tradición española. Mi madre solía comprar los regalos en Septiembre u Octubre (mujer previsora donde las haya, como esas hay muchas y las madres suelen tener un Máster en esta especialidad: -" Niiiñaaa, ¿ya le has comprado el regalo de Navidad a tu padre?". -"Pero mamá, que estamos en Agosto". -" Por eso hija, por eso, luego dices que no encuentras nada, yo lo digo para que lo tengas todo preparado, que luego ya sabes que vienen las prisas y los apretones".) A tu madre se le olvidaba el sutil pero nada desdeñable detalle que en Agosto aún no hay nada preparado para la campaña navideña, ni tan siquiera ropa de pretemporada, ni qué decir de los jerséis, calcetines o pijamas (que era lo que al final te acababan regalando..."porque no se acordaba de tu talla").

Mi hermana, que vive fuera desde hace ya unos cuantos años, cuando viene a Madrid en Navidades pide hacer cosas de turista: -"¿Damos una vuelta por Sol y por la Plaza Mayor?, es que me hace ilusión"-. Si hija, a ti y a trescientos millones de personas más entre foráneos, gatos, guiris y carteristas. Todos juntos, todos apretaditos (al final mi madre tendrá razón y todo) igual que corchos flotando en el agua. Si levantas la vista desde la Puerta del Sol hacia la calle Preciados lo único que ves es una marea humana, moviéndose, empujándose y metiéndose mano apresuradamente (se me olvidó mencionar a este grupúsculo).

Al resultar prácticamente imposible caminar por casi ninguna parte y, como suele ser habitual por estas fechas, hace un frío de cojones, y a todos se nos ocurre lo mismo: tomarse un chocolate con churros en la afamadísima churrería San Ginés (costumbre muy típica entre los más castizos, pero los que somos menos lo intentamos, por lo menos que no quede el intento) y allá que nos vamos, en manada, a pisotear al de al lado, a tirarle el chocolate hirviendo por encima y con la grasaza de los churros en las manos: -"Hace rato que se acabaron las servilletas"- objeta un camarero sudoroso y estresado (con más aceite en el pelo que en la freidora de una chiringuito de feria) a modo de disculpa. Casi con toda seguridad se quedaron sin servilletas en la posguerra, pero eso no se lo vas a discutir, porque para entonces una pareja muy atildada, la misma que se te había colado media hora antes en la barra al pedir, pasa por tu lado, ocasión que aprovechas para, descuidadamente y con gran disimulo, desquitarte limpiándote los dedos a conciencia en el carísimo abrigo del clon en miniatura de Pitita Ridruejo. Que si soy una rencorosa, pues si, qué le vamos a hacer, me repatea que me chuleen en ésta y en cualquier otra época del año así que aprovecho la mínima para sacar lo mejor y lo peor de mi (lo mejor es que soy una persona muy limpia, lo que pasa es que con toda la historia de los churros y el frío no os habéis dado ni cuenta). Total, que con todo este trajín, en mi familia ya nos hemos intercambiado los regalos (nosotros aprovechamos el 25, que como somos un poco tirando a republicanos, lo de los Reyes Magos nos pilla un poco a trasmano) y con estas visitas a lo típico de la Navidad en Madrid ya nos hemos plantado en el Fin de Año y ya está, casi liquidadas las Navidades.

Otra cosa que me fascina de estas fechas es el tema de las cenas de empresa. Os soy totalmente sincera: sé que en mi penúltimo post despotricaba de ellas (y me reafirmo en ello) pero a veces sucede que vas a una ...¡¡¡y te lo pasas bien!!!. Me apetecía tanto ir a la cena de mi empresa (un martes...por Diossss, que mañana hay que madrugar) como que me hicieran un tacto rectal con un guante de boxeo. A mis jefes les he visto en total unas seis veces y claro, no es plan de ponerse chuzo perdido, delante de lo más granado y gallináceo de la empresa (ya conocéis mi teoría del palo del gallinero) y es que para marcarse el baile del pañuelo con las bragas en la cabeza se necesita mucha confianza y unos cuantos litros de cualquier bebida alcohólica. Así que ahí me vi yo, insegura, recelosa y sin tener muy claro si no sería mejor fingir un esguince de cuello de útero y marcharme corriendo a casa, de esta manera podría ponerme mis dos pares de calcetines de estar por casa y mi cutre-bata, quedándome calentita con mi Antonio y mi Currito, nuestro gato, durmiéndome una película. Al final, por alguna extraña razón que no logro comprender muy bien (creo que me acojonó un poco pensar que iba a ser la única que no asistiría al evento institucional, una oportunidad para conocernos todos mejor...) acabé acudiendo como una más, total: comida gratis, ante semejante oferta: ¿quién podría resistirse a eso?.

El restaurante se llamaba La Dorada pero la primera vez que oí el nombre me vino a la cabeza un restaurante temático del tipo La Isla del Tesoro. Que si, que ya lo sé, que tengo mucha imaginación, que si una dorada es un pescado...pues eso, blanco y en botella ... así que me animó mucho saber que por lo menos no iba a tener que pelearme con un trozo de mondongo de carne de lo que sea que fue antes de estar muerto y fileteado en mi plato. Mi primera impresión al entrar (el restaurante sí que era temático, pero con gusto; el tema era "Bajo el mar",) fue de pequeñito y recogido. Un camarero muy atildado nos recogió los abrigos: -"Señora"- y me cuelga el abrigo...-"uy, señora"- pienso yo -"éste me ha tomado por Sara Montiel"-. Y entramos en el reservado. De verdad que no me lo invento, pero cuando me fui a sentar noté cómo se deslizaba la silla y pensé: -"hay que ver qué ruedas tan buenas tienen estas sillas, si hasta con moqueta y todo esto se mueve que ni siento el roce de la alfombra "- ¡¡¡y veo a un camarero arrimándome la silla!!!... la releche; en mi vida me han arrimado nada excepto la cebolleta y en contadísimas ocasiones.... así que me quedé deslumbrada, pero cuando vi que la camarera que nos atendía iba disfrazada de Capitán Pescanova se me bajó de golpe la emoción... bueno, la verdad es que no era un chubasquero amarillo, más bien era un traje de marinerito de la primera comunión: -"Joder, espero que la paguen bien por vestirse así, pero bien mirado, al menos no la han obligado a llevar gorrita"-. Es que cuando uno va a este tipo de sitios presupone que a los empleados se los trata con una cierta dignidad y que hay ciertos límites que, especialmente en estos lugares tan elegantes y atufando a dinero, no te imaginas que vayan a infringir. Ya sabéis lo que dice el refrán: -"Nunca te acostarás sin saber una cosa más"-. Yo me fui a casa sabiendo un par de cosas nuevas, pero la mayor parte las he olvidado, debido a su gran importancia y relevancia para la evolución de la especie humana.


jueves, 2 de diciembre de 2010

La cruda realidad (2ª parte)


De mi etapa de parada, a demás de escribir, aprender a hacer sushi, gorronear para ir a las piscinas de mis amigas y auto invitarme a comer, me dediqué a las manualidades: es decir a hacer velas (que si, que me dio por hacer velas a lo hippi-ibicenco, pero sin porro, LSD y trapo blanco enrollado a modo de toga) . Es lo que yo vengo a llamar "Terapia Reconstructiva Sensorial Anti Estrés"; nada de prisas, unas ganas locas de hacer "cosas productivas" con las manos, bloqueando un hemisferio del cerebro y dejando que el otro haga lo que tenga que hacer (a veces, no quitarse el pijama en todo el día, no depilarse una semana al año y ver el programa de Ana Rosa Quintana te hace ver El Otro Lado de la vida). No hay que perder la perspectiva, todos podemos ser lacras de la sociedad, es importante reconciliarse con nuestro parásito interno, abrazarlo y darle cariño, así no te atacará a traición cuando menos te lo esperes. El parasitismo controlado ayuda a forjar el carácter, pero dado que mi parásito ya estaba tan cebado como un pavo en vísperas de Navidad, me decidí a atacar el mercado laboral con el primer tren que se cruzara en mi camino: el tapersex.

Vamos a desmitificar un poco el concepto y no hagamos como mi padre, que cuando le conté a lo que me dedicaba tardó un par de meses en comprender que no se trataba de vender envases de plástico de comida a domicilio, sino de un surtido de productos eróticos a domicilio, que puede ser igual pero no es lo mismo. "Hija, pero qué original eres".... original yo, vamos, qué va, si soy de lo más normalita. Y el caso es que, cuanto más lo pienso, no sé si lo que me sorprendió más fue que tardara dos meses en entender el concepto o bien que se creyera que yo podía dedicarme a vender algo tan aburrido como eso.

Uno de los alicientes que tiene este trabajo es la cantidad de situaciones raras con las que me encuentro cada vez, y eso que ya había coleccionado unas cuantas anécdotas del aeropuerto (algún día a lo mejor me da por contarlas, en un libro o mejor aún, lo haré en fascículos, como los Episodios Nacionales de Galdós). Si estáis pensando si en algún momento me he encontrado con una reunión de solteras a lo película norteamericana de los años ochenta (borrachas, fumadas y a punto de quitarse el sujetador...) estáis en lo cierto, eso ya lo he visto (para cuando cumpla los 80 años no voy a dejar muchas cosas por descubrir).

Desde mi modesto punto de vista de"profesional", las reuniones de este tipo las desaconsejo un poco porque a la larga tu material de trabajo: los consoladores o pollas de juguete (el plástico está obsoleto, recomiendo el látex sin ninguna duda) y los botecitos de cristal con lubricantes y demás acaban destrozados (el vuelo sin cometa y la caída libre no son los usos más aconsejables para estas cosas, tienen la fea costumbre de romperse, descojonarse o quedar inservibles, eso es malo para el negocio). Recomiendo encarecidamente una reunión sólo con amigas o amigas con sus parejas; se suelen gastar un poco más de dinero y son más amenas (el que no te dejen hablar porque no paran de reírse o interrumpirte no suele causar buena impresión, lo lógico es que puedas explicarle para qué coño sirve eso que se está metiendo entre las piernas antes de que te destroce del todo el estuche cargador para pilas). Si ya has conseguido que te escuchen, que no se distraigan con las bolas japonesas (no, no son para tu hijo de dos años, aunque parezca un Gusiluz....y encima qué poco originales, todas dicen lo mismo...) ni con el mal llamado "Atrancaburras" (se dice Alegra-atascos, borrica y quítatelo de ahí que estás a punto de terminar tu sola la reunión) entonces ya puedes considerarte afortunada, porque el tapersex va bien encauzado, por lo menos en cuanto a objetivos más o menos factibles, como acabar la reunión antes de las 4 de la mañana. Luego, claro está, llega el turno de Pregúntale a la Esteban, que es uno de los momento que más suelo detestar, porque suelen ser preguntas del tipo: "¿los preservativos recargables se pueden volver a utilizar?". Llegados a este punto yo ya quiero irme a mi casa lo antes posible, pero aún me queda la parte en la que hurgan un poco en mi vida privada: "¿Tú lo has probado todo?" o la más odiosa de todas, porque la hacen para pillarte: "¿cuál nos recomiendas?". Aquí, como no estés un poco preparada te hundes como el Titánic. Este tipo de pregunta traicionera suele querer decir: "Como se supone que lo has probado todo (además de ser una salida y una viciosa, si no de qué vas a estar tú vendiendo estas cosas casa por casa, sacrificando tus fines de semana) bien que nos podrías explicar qué es lo que más te gusta a ti". En ese momento pienso: "Pedazo de vaca burra, no me extraña que quieras uno de esos, si con la cara de amargadita que tienes ni con una fábrica entera se te quita la mala hostia". Esto pensarlo no es malo, decirlo en voz alta suele ser muy pernicioso para el negocio. Es altamente recomendable morderse la lengua (luego le pinchas las ruedas del coche y ni se dará cuenta, total, como está borracha y fumada...).

También están los comentarios luctuosos del tipo: "¿No te preocupa que al ir a la casa de alguien te puedan...bueno, hacer algo?". Pues mira no, hasta que tú me lo dijiste nunca antes lo hubiera pensado, pero gracias por introducir una idea tan insidiosa en mi mente, ahora lo pienso de cuando en cuando al acudir a alguna reunión, sobre todo las que son leeeejooooos y taaaardeeee. En mi imaginación me veo acudiendo a un chalet en Valdecojones de Arriba, entrando en el salón, iluminado con una única lámpara de flexo del Ikea y una silla de enea, con unas cuerdas de tender la ropa y dos encapuchados esperándome al lado. Qué imagen tan tranquilizadora y bueno, ¡¡¡ni qué decir de si me roban!!!, con todo ese dinero encima....la madre que las parió...

Pues a pesar de todo esto me divierto mucho y me gusta, si será que soy rara...